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Because of the COVID-19 pandemic, 2020 has been full of additional challenges to those we already had. This new year is a good time to reflect on the public policies that have been implemented or proposed to deal with the social and economic impacts, but also with the institutional and political effects.  As think tanks, what elements can we add to make our recommendations and proposals more effective?

  • Firstly, we must recognize that a situation or public policy can impact different groups, especially among vulnerable populations, in unequal ways. When the pandemic began, our societies already had structural problems and gaps; Latin America is the most unequal region. The coronavirus crisis, and its responses, have resulted in larger gaps. Initial data show that the effects are stronger on the less educated, those without access to digital technologies, young people, on those working in the informal economy and, above all, on women. The “positive” side is that gaps are becoming so visible that they will be impossible to ignore. It is vital that in our proposals we apply differentiated gender and life-cycle approaches, i.e., that every age group is considered. We cannot, as think tanks, remain neutral in this situation.
  • All this requires quality, timely, reliable and sufficiently disaggregated data. It is essential to ensure that no one is left behind.  Not all our countries are lucky enough to have data with the required level of disaggregation. But in some, data is simply not being used. We need to engage with national and international bodies so that disaggregated data can be generated and disseminated transparently for the various vulnerable groups. And its use should be promoted. In addition, if information gaps are detected, we must promote the generation of the required data.
  • Understand that context matters. Latin America is a diverse region, but sometimes we tend to see it as a whole.  Not all answers apply to every context. As think tanks, we must contribute to the global conversation by introducing the notion that there is no “one size fits all” solution for this region.
  • Incorporate elements of “evaluation thinking” when designing or implementing a response. The emergency requires that policies be implemented as a matter of urgency, but we must at least ask ourselves, or help our politicians consider, a few questions: Why do we think this policy will work? What are these assumptions based on? Do they apply in this particular context? Incorporating this kind of thinking can help us detect and avoid potential problems in implementation, or to identify how various aspects or policies interact, compete or reinforce each other (identify synergies and trade-offs).
  • Demand transparency in decisions and accountability at all levels. There are many needs and limited resources. We must ask ourselves: Are we spending well on what should be spent, or are we wasting our resources? We should even wonder whether resources are being diverted and corruption created.
  • Help reassess local priorities to better reflect the most urgent needs of different populations.
  • Promote debating beyond the short term. I believe that the United Nations Agenda 2030 framework is useful as a starting point for discussion. It helps to focus on what is urgent, without losing sight of the long term. The idea is to ensure that recovery does not mean going back to where we were but moving strongly towards a better future for all.

The current crisis is too big and moving forward requires articulated efforts from many parties. Think tanks can contribute precisely by acting as catalysts for these efforts’ articulation between local, national, regional and global actors.

¿Qué podemos hacer los centros de pensamiento para que las políticas públicas sean más efectivas?

por Margarita Beneke de Sanfeliú

Por la pandemia de COVID-19, el 2020 ha estado lleno de retos adicionales a los que ya teníamos. En este nuevo año es un buen momento para reflexionar en torno a las políticas públicas que se han implementado o propuesto para enfrentar los efectos sociales y económicos, pero también los institucionales y políticos.  Como think tanks, ¿qué elementos podemos agregar para que nuestras recomendaciones y propuestas sean más efectivas?

  • Primero, debemos reconocer que una situación o una política pública puede afectar de manera desigual a diferentes grupos, especialmente entre la población vulnerable. Cuando comenzó la pandemia, nuestras sociedades ya presentaban problemas estructurales y brechas; América Latina es la región más desigual.  La crisis por el coronavirus, y la respuesta a ésta, ha resultado en brechas más grandes. Los primeros datos reflejan que los efectos son más fuertes para los menos educados, para los que no tienen acceso a tecnologías digitales, para los jóvenes, para lo que trabajan en la economía informal, y, sobre todo, para las mujeres. Lo “positivo” es que las brechas se están haciendo tan visibles que será imposible ignorarlas. Es vital que en nuestras propuestas apliquemos un enfoque diferenciado de género y de ciclo de vida, es decir que se considere a cada grupo de edad. No podemos, como centros de pensamiento, seguir siendo neutrales ante esta situación.
  • Lo anterior requiere de datos que sean de calidad, oportunos, confiables, y que tengan la suficiente granularidad. Es esencial para no dejar a nadie atrás.  No todos nuestros países tienen la suerte de tener datos con la granularidad requerida. Pero en algunos otros, simplemente no están siendo aprovechados. Debemos entablar, ante las instancias nacionales e internacionales, que se puedan generar y divulgar transparentemente los datos diferenciados para los diversos grupos vulnerables. Y se debe promover su uso.  Además, si se detectan brechas de información, hay que promover que se generen los datos que se requieran.
  • Entender que el contexto importa. América Latina es una región diversa, pero a veces, tendemos a verla como un todo.  No todas las respuestas aplican en todos los contextos. Como centros de pensamiento debemos contribuir a que, en la conversación global, se introduzca esta idea de que no hay una solución única (“one size fits all”) para esta región.
  • Incorporar elementos de “pensamiento de evaluación” a la hora de diseñar o implementar una respuesta. La emergencia requiere que las políticas se implementen con carácter de urgencia, pero por lo menos debemos formularnos unas preguntas, o contribuir a que nuestros políticos las piensen: ¿Por qué creemos que esta medida va a dar resultado? ¿En qué se basan esos supuestos?  ¿Aplican en este contexto en particular? Incorporar este tipo de pensamiento puede ayudar a encontrar y evitar posibles problemas en la implementación, o para identificar cómo varios aspectos o políticas interactúan y se compiten o refuerzan (identificar las sinergias y concesiones “synergies and tradeoffs”).
  • Exigir la transparencia en las decisiones y rendición de cuentas a todo nivel. Las necesidades son muchas y los recursos limitados. Debemos preguntarnos ¿Se está gastando bien en lo que debe gastarse? ¿o se está mal gastando? O incluso, ¿se están desviando los recursos y creando corrupción?
  • Contribuir a reevaluar las prioridades locales para reflejar mejor las necesidades más urgentes de las poblaciones.
  • Promover que la discusión se mueva más allá del corto plazo. Considero que el marco de la Agenda 2030 de Naciones Unidas es útil como un punto de partida en la discusión. Ayuda a enfocarnos en lo urgente, sin perder de vista el largo plazo. La idea es lograr que la recuperación no sea regresar a donde estábamos, si no que avancemos con fuerza hacia un futuro mejor para todos.

La crisis actual es demasiado grande y movernos hacia adelante requiere de los esfuerzos articulados de muchas partes. Los think tanks podemos contribuir, precisamente, actuando como catalizadores de esa articulación de los esfuerzos de actores locales, nacionales, regionales y globales.