Both governments resorted to quarantine to stop the virus from spreading and sought the population’s compliance by threatening with criminal…
It is impossible to imagine a world where there is no one to carry out the daily chores of life, such as caring for a baby or cleaning the house. With women’s increased participation in the labour force, the time available to perform these tasks is less. Hence, households turn to other people (women) to perform them: family members – grandmothers, aunts – or even paid domestic workers.
Despite their vital role in household functioning, domestic workers are undervalued in Argentina. Work in private homes is the most informal branch of activity. It is also the most affected by the pandemic crisis, the most feminised and the lowest paid. It is the ultimate example of the well-known gender gaps in the labour market.
In addition to being precarious, domestic work is stratified by income. Households with more resources can outsource care to the market by hiring domestic workers, while those who do not have this possibility resort to adjusting mechanisms. Women from lower-income households have to leave the labour market to devote themselves to care or delegate these unpaid tasks to other women in the family. Thus, socio-economic inequalities are reproduced. It generates a vicious circle between care, poverty, inequality and precariousness.
For an inclusive socio-economic recovery, it is crucial to revalue the domestic workers’ contribution to our societies and rethink social organisation.
Before and after: domestic workers during the pandemic
In 2019, working in the private household sector was the largest women’s employer. It accounted for 17% of the female labour force. It also had the highest rates of informality (75%) and feminisation (95%) and the lowest wages in the entire labour market.
The eruption of COVID-19 in early 2020 resulted in an abrupt cessation of economic activity. Like the rest of the workforce, domestic workers were covered by the dismissal bans implemented by the national government. However, their high rates of informality left the vast majority exposed to an increased risk of job loss.
Between the first quarter of 2020 and the first quarter of 2021, 433,000 domestic workers lost their jobs. This fall peaked at more than 500,000 in the second quarter of 2020. The data reflect two simultaneous phenomena: paid domestic work was the hardest hit by the pandemic, and it is the slowest to recover. The 433,000 jobs lost are almost twice the number of jobs lost in hotels and restaurants, the second most affected sector. Regarding the pace of recovery, the situation at the beginning of 2021 showed a recovery of just 18% compared to the second quarter of 2020. All this in a context in which the aggregate level of employment was already similar to those of the pre-pandemic period.
In response to this scenario, the Argentine state implemented various policies to contain the socio-economic impacts of the pandemic. These benefited domestic workers. Among the measures was the launching of the Registered Programme. It is an initiative covering six months of between 30 and 50% of the salary for new domestic workers whose employers formally registered their employment relationship.
Yet, the efforts were not enough to contain the crisis’ consequences. In the second half of 2020, poverty among employed women reached 27%. But among domestic workers, it rose to 56%. It represented a year-on-year increase of nine percentage points.
Towards an inclusive and rights-based recovery
Argentina’s legislation on paid domestic employment brings the sector’s conditions to an equal level with other formal workers. The minimum wage, compulsory social security affiliation and the binding written contract make Argentina’s regulation of domestic employment one of the most important ones in Latin America and the Caribbean.
Despite the remarkable regulatory architecture, the current scenario is indicative of the magnitude of the challenges ahead. So what can we do in the immediate term to fulfil the labour rights of domestic workers?
- Strengthen labour inspection policies to verify compliance with current regulations and promote registration.
- Reducing the wage gap between domestic workers and other occupations.
- Promote collective representation of domestic workers, a vital means of strengthening their access to information and advancing their demands.
- Raise awareness and inform the public through mass campaigns about the labour rights of women workers and employers’ obligations.
These measures must be framed within a broader goal: to promote a new social organisation of care. To this end, it is vital to continue making progress in constructing a comprehensive care system based on three pillars.
The first pillar must guarantee time for care through universal and equitable leave schemes.
The second one requires providing resources to care for the households by strengthening transfers to families with children.
The third is to increase the provision of care services by expanding the coverage of quality care, education and parenting spaces.
Thus, a comprehensive care system can recognise, reduce and redistribute unpaid care and domestic work while promoting representation and adequately rewarding paid domestic workers.
Esenciales, pero no reconocidas: trabajadoras domésticas remuneradas y la pandemia en Argentina
por Juan Camisassa y Florencia Caro Sachetti
Una versión más larga de este artículo fue originalmente publicada por CIPPEC.
Es imposible imaginar un mundo en el cual no exista quien realice las tareas cotidianas de la vida, como cuidar a un/a bebé o limpiar la casa. Con el incremento en la participación laboral de las mujeres, la disponibilidad de tiempo para realizar estas tareas se redujo y los hogares recurren a otras personas (mujeres) para su ejecución: familiares -abuelas, tías- o, también, trabajadoras domésticas remuneradas.
Pese a su papel vital en el funcionamiento de los hogares, las trabajadoras domésticas se encuentran desvalorizadas en Argentina. El trabajo en casas particulares es la rama de actividad con mayor informalidad, la más afectada por la crisis de la pandemia, la más feminizada y la de menores remuneraciones. Es el ejemplo máximo de las ya conocidas brechas de género en el mercado laboral.
Además de precarizado, el esquema del trabajo doméstico está estratificado por ingresos. Los hogares con mayores recursos pueden tercerizar el cuidado en el mercado a través de la contratación de trabajadoras domésticas, mientras que aquellos que no tienen esa posibilidad apelan a mecanismos de adaptación. Las mujeres de hogares con menores ingresos se ven forzadas a salir del mercado de trabajo para dedicarse al cuidado o a delegar en otras mujeres de la familia estas tareas sin remuneración. Así, las desigualdades socioeconómicas se reproducen. Esto genera un círculo vicioso entre cuidados, pobreza, desigualdad y precariedad.
Por ende, revalorizar la contribución que hacen las trabajadoras domésticas a nuestras sociedades y repensar la organización social del cuidado es crucial para lograr una recuperación socioeconómica inclusiva.
Antes y después: las trabajadoras domésticas durante la pandemia
En el 2019, el trabajo en casas particulares era el sector que más mujeres empleaba, concentrando al 17% de la fuerza laboral femenina. Además, presentaba los índices más altos de informalidad (75%) y feminización (95%), y las remuneraciones más bajas de todo el mercado de trabajo.
La irrupción del COVID-19 a principios de 2020 tuvo como consecuencia un cese abrupto de la actividad económica. Al igual que el resto de la fuerza laboral, las trabajadoras domésticas quedaron contempladas por las prohibiciones de despido que implementó el gobierno nacional. No obstante, sus altas tasas de informalidad dejaban a la gran mayoría expuestas a un alto riesgo de perder su trabajo.
Entre el primer trimestre de 2020 y el primero de 2021, 433 mil trabajadoras domésticas perdieron su empleo. Esta caída alcanzó un pico de más de 500 mil durante el segundo trimestre de 2020. Los datos reflejan dos fenómenos en simultáneo: el trabajo doméstico remunerado fue el más golpeado por la pandemia y, además, es el que más lento se recupera. Los 433 mil puestos perdidos representan casi el doble que los empleos perdidos en hoteles y restaurantes, la segunda rama de actividad más afectada. En lo que hace al ritmo de reactivación, la situación a inicios de 2021 evidenciaba una recuperación de apenas el 18% con respecto al segundo trimestre de 2020. Esto en un contexto en el que el nivel agregado de empleo ya se encontraba en valores similares a los de la prepandemia.
Ante este escenario, el Estado argentino implementó diversas políticas para contener los impactos socioeconómicos de la pandemia. Éstas beneficiaron a las trabajadoras domésticas. Las medidas incluyeron el lanzamiento del Programa Registradas. Se trata de una iniciativa que cubría entre el 30 y el 50% del sueldo durante seis meses a las nuevas trabajadoras de casas particulares cuyos/as empleadores/as registraran formalmente el vínculo laboral.
Sin embargo, los esfuerzos no fueron suficientes para contener las consecuencias de la crisis. En el segundo semestre de 2020, mientras que la pobreza entre las mujeres ocupadas alcanzaba el 27%, en las trabajadoras domésticas trepaba a 56%. Esto representaba un aumento interanual de nuve puntos porcentuales.
Por una recuperación inclusiva y con derechos
La legislación argentina sobre el empleo doméstico remunerado equipara las condiciones del sector con las del resto de los/as trabajadores/as formales. El salario mínimo, la afiliación obligatoria a la seguridad social y el contrato escrito obligatorio sitúan a la regulación argentina del empleo doméstico como una de las más importantes de América Latina y el Caribe.
Pese a la destacable arquitectura normativa, el escenario actual da cuenta de la magnitud de los desafíos pendientes. ¿Qué podemos hacer en lo inmediato para cumplir con los derechos laborales de las trabajadoras domésticas?
- Fortalecer las políticas de inspección laboral para verificar el cumplimiento de la normativa vigente e impulsar la registración.
- Reducir la brecha salarial entre las trabajadoras domésticas y el resto de las ocupaciones.
- Impulsar la representación colectiva de las trabajadoras domésticas, vital para fortalecer su acceso a la información y elevar sus reclamos.
- Sensibilizar e informar mediante campañas masivas que den a conocer los derechos laborales de las trabajadoras y las obligaciones de los/as empleadores/as.
Estas medidas deben enmarcarse dentro de un objetivo más amplio: impulsar una nueva organización social del cuidado. Para ello, es importante seguir avanzando en la construcción de un sistema integral de cuidados basado en tres pilares.
El primero debe garantizar tiempo para cuidar a través de regímenes de licencias universales y equitativos.
El segundo pilar requiere otorgar recursos para cuidar a los hogares, fortaleciendo las transferencias a la niñez.
El tercero debe aumentar la provisión de servicios de cuidado, ampliando la cobertura de los espacios de crianza, enseñanza y cuidado de calidad.
Así, un sistema integral de cuidados puede reconocer, reducir y redistribuir el trabajo doméstico y de cuidado no remunerado, mientras promueve la representación y recompensa de manera adecuada a las trabajadoras domésticas asalariadas.