Community-based care services are key in helping women balance family and work responsibilities; however, they remain underfunded.
My dad has a brother and two sisters. Aunty Cristi—as we call her affectionately— and I have always been close. We are neighbours, and I visit her often. I remember that as a girl, one of the things my sister and I most looked forward to was going to her house to play “aeroplanes”.
For this game, we had everything that flight attendants at that time might need – neck scarves, lapel badges, oxygen masks, seat belts, among other things – thanks to Uncle Gorki, Aunty Cristi’s husband. He had been an Aeroméxico captain for 36 years. The nature of his job meant he was not at home much, but when I did see him, he was always pleased to see me. He has always called me “pingo” because he thought I was a naughty child.
My uncle is now 84, and for the last three years or so, he has needed constant care. Their children have lived abroad for many years. It means that my uncle’s care has fallen entirely to my aunt, who, at around the same time, started to show signs of Parkinson’s.
Like all women who are carers, this role has changed her life. She has lost the freedom to live the way she used to. My uncle needs around-the-clock care. It means my aunt has almost totally been cut off from her professional, social, and recreational life.
The case of Mexico
In Mexico and across the world, there are millions of cases like this. These women care for children and elderly or disabled relatives and are overwhelmed by the extent of their caring responsibilities. They carry them out in addition to all their existing unpaid domestic duties. According to data from the National Care System Survey (ENASIC) 2022, most households in Mexico (78%) have at least one person who requires care. Moreover, 75% of care work is unpaid and carried out by women. The figure rises to 96% in the case of early childhood care.
These challenges are usually met within the family itself. Yet, it is crucial to highlight the importance of providing female carers with different kinds of help and support and involving a range of private and public actors. It is vital not only to tackle the issue itself but also to raise awareness about the need to redistribute caring responsibilities.
Redistribution of caring responsibilities
Indeed, the persistence of women’s poverty will be debated this month at the 68th session of the Commission on the Status of Women in New York. In this sense, the redistribution of caring responsibilities could be a way of tackling this problem. It would allow women more time to pursue personal and economic development opportunities.
I was recently in San Pedro Garza García, in Nuevo León, Mexico. I had the opportunity to participate in a talk on the Care System with the Director of Integral Family Development (DIF), Irene Ovalle. She presented actions that had been taken to reduce the burden on carers in that municipality. One of them particularly caught my attention. It is related to home relief, whereby support is provided to carers for a couple of hours a week, making it possible for them to leave the house and focus on other tasks. Irene reported that these women were reluctant to leave their relatives at first. They feared that something would happen to them. But now they are very grateful for the support.
In addition, special transport was set up to take carers to critical places such as banks, health centres, and food shops. Carers also receive a grocery card and psychological support. This is crucial for their well-being, given that, for obvious reasons, these women often suffer from exhaustion and depression.
At the national level, more resources are needed. It is fundamental to scale up best practices, to have more and better quality child daycare services, to increase support for those with disabilities and the elderly, and to guarantee greater support of different kinds for carers. This issue makes me think not only about Aunty Cristi but also about my situation. I didn’t have children, and in this country, care homes for the elderly are not a government priority. When the time comes, who will take care of me?
¿Quién cuida a las mujeres que cuidan?
por Liliana Alvarado
Mi papá tiene un hermano y dos hermanas. La tía Cristi, como nos referimos a ella de cariño, siempre ha sido muy cercana a mí. Entre otras cosas, porque es nuestra vecina y la frecuentamos con regularidad. Recuerdo que, de niña, algo de lo que más nos ilusionaba a mi hermana y a mí era ir a su casa y jugar al “avión”.
Para esa actividad teníamos todo lo que las auxiliares de vuelo de la época requerían (mascadas para el cuello, pins para la ropa, mascarillas de oxígeno, cinturones de seguridad, entre otros), debido a que el tío Gorki, esposo de mi tía Cristi, fue capitán de Aeroméxico durante 36 años. Por la naturaleza de su trabajo estaba poco en su casa, sin embargo, cuando coincidíamos le daba mucho gusto verme y desde entonces me llama “pingo”, pues en su opinión yo era una niña muy traviesa.
Mi tío ahora tiene 84 años y desde hace aproximadamente tres, requiere cuidados constantes. Mis tres primas viven fuera de México desde hace varios años y, en consecuencia, el cuidado de mi tío ha recaído enteramente sobre mi tía, quien casi al mismo tiempo empezó a mostrar manifestaciones de Parkinson.
A ella, como al resto de las mujeres que son cuidadoras, esta tarea le ha cambiado la vida, pues ha perdido la libertad de hacer su vida como antes lo hacía. Mi tío requiere atención permanentemente. Por esta razón, mi tía se ha quedado prácticamente aislada de actividades laborales, sociales y recreativas.
El caso de México
En México y en el mundo, hay millones de casos como éste, en donde mujeres cuidadoras de infancias, adultos mayores o personas con discapacidad, se encuentran rebasadas por una sobrecarga de tareas asociadas al cuidado. Esto se suma a las labores cotidianas del hogar, todas ellas no remuneradas. De acuerdo a datos de la Encuesta Nacional para el Sistema de Cuidados (ENASIC) 2022, la mayoría de los hogares en México (78%) tiene al menos a una persona que necesita cuidados. Asimismo, el 75% del trabajo de cuidados no es pagado y lo realizan mujeres, cifra que sube hasta 96% en el caso de cuidados para la primera infancia.
La mayoría de las veces estos problemas suelen resolverse en los círculos familiares No obstante debemos visibilizar la importancia de que las mujeres cuidadoras sean asistidas y apoyadas a través de distintas formas, e involucrar a actores públicos y privados. Esto, para reducir el problema, pero también para participar y concientizar sobre la necesidad de redistribuir las labores de cuidado.
Redistribuir el trabajo de cuidados
Adicionalmente, en el marco del 68º período de sesiones anual de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer este mes en Nueva York, se debate la persistencia de la pobreza entre las mujeres. En este sentido, la redistribución del trabajo de cuidados puede ser una vía para mitigar este problema, pues liberaría tiempo para que las mujeres pudieran buscar oportunidades de desarrollo económico y personal.
Recientemente estuve en el municipio de San Pedro Garza García, Nuevo León, donde tuve la oportunidad de participar en una plática sobre el Sistema de Cuidados con la Directora del DIF, Irene Ovalle. En dicha plática Irene expuso algunas acciones que han implementado para reducir la carga de las cuidadoras del municipio. Una de las que más llamó mi atención se refiere a los relevos domiciliarios en donde se apoya a las cuidadoras un par de horas a la semana para que puedan salir de sus casas a realizar actividades básicas. Irene contaba que al principio dichas mujeres se negaban a dejar a sus familiares por miedo a que les pudiera pasar algo, no obstante, ahora perciben dicha dinámica como un alivio.
Asimismo, se ha destinado un transporte especial para llevar a las cuidadoras a puntos de interés como bancos, clínicas de salud y lugares para abastecerse de alimentos. Adicionalmente, las cuidadoras reciben una tarjeta de despensa y ayuda psicológica. Esto es fundamental para su bienestar ya que, por obvias razones, estas mujeres suelen estar agotadas y deprimidas.
A pesar de este caso específico, a nivel nacional se requiere más presupuesto para escalar las buenas prácticas, para tener más y mejores estancias para la infancia, atención a personas discapacitadas y adultos mayores, así como para garantizar más apoyos de distinta índole a las personas cuidadoras. Este tema no solo me hace pensar en la tía Cristi, sino también en mi propia realidad. Yo no tuve hijos y las estancias de adultos mayores en este país no son una prioridad para los gobiernos. Cuando llegue ese momento, ¿quién me va a cuidar?