COVID-19 forces us to think about the future, and what we do today to create it.
Lee en español aquí.
Since March 22nd, Bolivia has been under a rigid quarantine in the wake of the COVID-19 pandemic. At first, voices underestimated the adverse economic effects that this health crisis would bring. However, as data from the last few months become available, the financial situation looks discouraging. At the same time, there is still little prospect of returning to normal in the next months.
In this scenario, a key question has revolved around the impacts of COVID-19 on employment in the country. The Continuous Employment Survey, published by the National Institute of Statistics until April, provides some guidance on urban areas to answer this question, analysed in this article. On the one hand, the labour force –as a percentage of the working-age population– decreased from 67.8% in February to 59.9% in April. It means that several people stopped working or looking for a job (if they were unemployed), thus increasing the ranks of inactive economic population. Still, others chose not to enter the labour market due to the adverse social, economic and health scenario generated by the pandemic. The situation characterises a financial crisis: jobs are destroyed, very few new ones are created, and the search for work is discouraged.
On the other hand, urban unemployment rates rose from 5.2% in February to 7.3% in April. Nevertheless, the indicator is reflecting only partially the shortage of jobs’ problem, mainly because it is measured in terms of the number of people. But quarantine has led to a drastic reduction in working hours per week. Data shows that in February, urban workers spent, on average, 39.6 hours per week on their work activities, but, in April, those hours dropped to 31.1. The increase in the underemployment rate corroborates this appreciation. That rate describes the percentage of workers who spent less than 40 hours a week engaged in their occupation and who wanted to work and were available to do so. This group increased from 4.6% to 10.7% between February and April.
Nonetheless, it is important to mention that workers and employers sought alternatives so that the perverse effects of COVID-19 could be, to some extent, cushioned. A first solution was to switch labour activities towards those less affected. A clear example has been food trade and the sale of biosecurity products. There has been a visible proliferation of street vendors in these areas. A second solution was to increase teleworking, meaning remote work, carried out using information and communication technologies. Many people were able to continue their activities and work meetings online, via computers, cell phones and others.
Although the official public data ends in April, the situation in May did not change much. Strict quarantine measures were maintained during that month as well. As of June, this scenario could improve. However, recovery will not be immediate. Restrictions that limit production, consumption and job creation remain.
To understand the situation better, imagine this scenario: somebody was severely beaten up. But even if this person received immediate medical care, his body will still need some time to heal. Similarly, the country’s economic system has collapsed. It will take some time to return to normal and to see an improvement in the employment condition.
In this situation, it is worth mentioning that it is not only the employment field that has deteriorated but also that of labour income. For this reason, families have reduced their consumption. This behaviour affects production and sales in a vicious circle. Also, the government is attracting fewer and fewer financial resources, either because of the drop in tax revenues associated with the pandemic or because of the lower value of natural gas sales (the primary source of public income). This second wave of impacts, derived from spending limitations, will undoubtedly delay the economy’s recovery. Consequently, the employment situation’s improvement will take longer.
These reflections show the complexity of the effects of COVID-19 on employment in Bolivia. They also highlight the need to analyse this issue in a more in-depth and broad-sighted manner.
Text editor: Gabriela Keseberg Dávalos
¿Cómo está afectando el Covid-19 al empleo en Bolivia?
por Beatriz Muriel H.
Desde el 22 de marzo, y por un periodo algo mayor a dos meses, el país se ha sumergido en una cuarentena rígida a raíz de la pandemia Covid-19. Las primeras voces desestimaban los efectos económicos negativos que llevaría esta crisis de salud; sin embargo, a medida que se obtienen datos de los últimos meses la situación económica se muestra desalentadora y aún con pocas perspectivas de retornar a la normalidad en los subsiguientes meses.
En este escenario, una pregunta clave ha girado en torno a los impactos del Covid-19 sobre el empleo en el país. La Encuesta Continua de Empleo, publicada por el Instituto Nacional de Estadística hasta abril, permite contar con algunas pautas para dar respuesta a esta interrogante, que son analizadas aquí para las zonas urbanas. Por un lado, la fuerza laboral como porcentaje de la población en edad de trabajar se redujo del 67,8% en febrero al 59,9% en abril. Esto quiere decir que varias personas dejaron de trabajar o de buscar un empleo (si estaban desocupadas), engrosando la población inactiva. Aún otras optaron por no entrar al mercado laboral por adverso escenario social, económico y de salud generado por el Covid-19. Esta es una situación que caracteriza a una crisis económica donde los empleos se destruyen, se generan muy pocos y se desalienta la búsqueda de trabajo.
Con todo, es importante mencionar que los trabajadores y empresarios buscaron alternativas para que los efectos perversos del Covid-19 sean, en alguna medida, amortiguados. Una primera solución se ha dado a partir del cambio de actividades laborales hacia aquellas que fueron menos afectadas. Un ejemplo claro ha sido el comercio de alimentos y el de productos de bioseguridad, con una proliferación de vendedores ambulantes en estos rubros. Una segunda solución ha sido el aumento del teletrabajo –es decir, el trabajo a distancia realizado mediante tecnologías de información y comunicación–, donde varias personas pudieron realizar sus actividades y reuniones de trabajo en línea haciendo uso de internet vía computadores, celulares y otros.
A pesar de que los últimos datos oficiales públicos llegan hasta abril, la situación en mayo no ha sido muy diferente debido a que las medidas de cuarentena se mantuvieron. A partir de junio es posible que este escenario mejore; sin embargo, la recuperación no será inmediata; inclusive porque todavía siguen las restricciones que limitan la producción y el consumo y, desde aquí, la generación de empleo. Entender esto es fundamental: imagine una persona que ha sido fuertemente golpeada; aunque haya tenido cuidados médicos su cuerpo tardará algún tiempo para curarse. De igual manera, el sistema económico se ha colapsado y tardará algún tiempo para volver a la normalidad, donde la situación laboral mejore.
En este escenario cabe mencionar que no solamente la situación del empleo se ha deteriorado, sino también de los ingresos laborales. Por este motivo, las familias han reducido su consumo y, desde aquí, la producción y las ventas están siendo afectadas en una especie de círculo vicioso. A esto cabe añadir que el gobierno está captando cada vez menos recursos, ya sea por la caída de las recaudaciones tributarias asociadas al problema Covid-19, como por el menor valor de ventas de gas natural (principal fuente de ingresos públicos). Esta segunda ola de impactos, derivados de las limitaciones al gasto, retardará, sin duda, el tiempo de recuperación de la economía y, desde aquí, de la situación laboral.